Autora: Natalia Aventín Ballarín
Visibilizar la realidad trans y trasmitir una imagen no distorsionada por el filtro cisexista es una tarea compleja.
En muchas ocasiones nos encontramos en la encrucijada de visibilizar la realidad de nuestras hijas, hijos, hijes, y arriesgarnos a que el mensaje llegue adulterado por quienes, a través de los medios de comunicación, pueden proporcionarnos un altavoz amplio. O exigir a esos medios que el mensaje se transmita con rigor, lo que suele llevar a situaciones de resistencia e incluso a negativas expresas, consecuencia de enfrentar la realidad al relato convencional por el que tienen costumbre regirse.
También nos encontramos, más a menudo de lo que nos gustaría, con personajes siniestros que se presentan como personas expertas que, en diferentes disciplinas, absolutizan una realidad que es tan diversa que no cabe entre las cuatro paredes de los marcos de género, clasistas, sexistas, racistas, anticuados y excluyentes. Patologizando, juzgando en escalas de validez e invalidez, de concordancia o discordancia, inventando argumentos de desistimientos, agarrándose a estudios poco, o nada, científicos, marcados por las ideologías de las teorías de la tortura clasificadas de reparativas.
Por eso abogamos por una visibilización de la diversidad, donde las disidencias sumen en positivo, donde la realidad no se tenga que reinterpretar para hacerla aceptable. Rechazamos la visibilización desde la condescendencia, que victimiza a las personas trans y las convierte en “las otras”. Elegimos la visibilización desde la equidistancia con el resto de la ciudadanía.
Por estas razones este 2018 seguiremos luchando para que la sociedad deje de mirarnos de reojo, para que nos miren de frente y entiendan que no vamos a rendirnos hasta que se incorpore en todos los ámbitos nuestra existencia, la de las personas trans y sus familias.