Fuente (editada): Alegando! | Josué Hernández y Pablo Vilas | 22 de enero, 2020

Cuando le pedimos a Dani Curbelo (Tenerife, 1995) que eligiera una localización para la entrevista, ella nos propuso el Parque García Sanabria. Por dos razones: la primera, que históricamente el parque ha servido, gracias a sus múltiples escondrijos, de punto de encuentro y sociabilización para personas queer perseguidas por el franquismo. No es casualidad que fuera en el García Sanabria donde, en 1978, un grupo de mujeres trans liderara la primera concentración por los derechos LGTBQ+ de la historia del archipiélago.

La segunda razón era que Curbelo había filmado allí una escena de su documental Memorias Aisladas. Concretamente, grabó en uno de esos bancos de piedra con pinturas desgastadas que representan escenas de nuestro pasado indígena. A esos bancos acudimos de nuevo para el encuentro, de la misma manera que Dani, en su obra, revisita la historia precolonial para darles una vuelta de tuerca disidente.

¿Cómo definirías tu propuesta artística?

Es una pregunta bastante compleja, porque está atravesada por diferentes perspectivas que van desde lo anticolonial hasta lo feminista, la disidencia sexual… No me parece coherente hablar de una creación al margen de ideologías o de situaciones personales. Creo que eso es un engaño, una trampa. Incluso la creación de quien está en una situación más privilegiada va a estar influida por esa situación.

En cuanto a los formatos, hasta ahora he sacado adelante proyectos de un modo transdisciplinar o interdisciplinar. Tomo herramientas de otras disciplinas o ámbitos de conocimiento, como son la Historia, la Antropología o la Sociología, y lo enmarco todo en el propio proceso de investigación. Esto no es algo que me haya inventado yo: la práctica artística como proceso de investigación es algo que se lleva haciendo durante décadas.

¿Y cómo ha influido la experiencia personal en tu obra?

En un principio, mi obra tenía que ver con cuestiones más “ombliguistas”, por decirlo de alguna manera. Tenía apenas dieciocho años cuando comencé a cursar Bellas Artes, y me encontraba en un momento de mi vida en que tenía muchas más dudas que certezas, sobre todo relacionadas con mi identidad y con todos los cruces que hay en este cuerpo. Cursar Bellas Artes me ayudó a entender muchas cuestiones que tienen que ver con mi realidad, a hacerme preguntas y a llegar a posibles conclusiones.

Con el paso de los años, esa tendencia a centrarme en mi situación ha ido evolucionando y mi mirada se ha expandido también hacia el entorno, el contexto y el territorio. Sigo hablando de mí, pero ya es una experiencia personal vinculada con la de otra gente. De algún modo, quién soy yo y mi realidad están influidas por la del resto.

¿A qué te refieres cuando hablas de “arqueología de la identidad”?

Es un concepto acuñado por Almudena Hernando, una antropóloga española que en el año 2002 sacó un libro que precisamente se titulaba así. Lo que viene a decir Hernando es ese repaso o ese rastro de todas las maneras de expresarse que ha tenido el ser humano a lo largo de su historia. Es decir, todas esas capas de subjetividad y representación, como diría Foucault, con las que los seres humanos nos hemos representado y hemos solidificado nuestras identidades a lo largo de contextos históricos.

Este concepto pone de manifiesto que los yacimientos arqueológicos tienen que ser vistos con distancia, ya que la Arqueología, como todas las disciplinas del conocimiento humano, no es nada objetiva, sino que está influida por las estructuras sociales en las que se desarrolla. Lamentablemente, es un ámbito del conocimiento con mucha carga patriarcal y de otras opresiones. Entonces, lo que propone es una Arqueología con perspectiva feminista y de diversidad sexual para no reproducir los paradigmas del patriarcado cuando se encuentra un yacimiento arqueológico.

 

¿Qué trabajos has expuesto últimamente?

En 2018 colaboré con El Palomar, un colectivo artístico de Barcelona que movió muchísimo el arte queer en Barcelona y otras ciudades del Estado entre los años 2011 y 2013, y también en los años siguientes. Me invitaron a participar en una exposición colectiva en Mallorca junto con el artista menorquín Daniel Amorós. Fue en el Casal Solleric, un centro de arte en un edificio burgués del siglo XVII o XVIII, y me acuerdo que hice una performance en la habitación en que Sissi Emperatriz pasaba sus noches cuando veraneaba en Mallorca. Era una habitación, por supuesto, barroca, con tapiz y en la que no se podía hacer nada, reservada solamente para contemplación del público. Pues nos metimos todas, llenamos toda la habitacion de pétalos, cogimos un soplador de hojas y se creó como una nube de polvo (había mucho polvo en el edificio) que se mezclaba con los pétalos… Era curioso. Me decía una compañera: “tú has venido aquí a levantar polvo, porque había mucho polvo en la institución”.

Más tarde participé en el I Congreso de Artes Escénicas y Diversidad en Murcia, con una conferencia performativa que tenía que ver con la historia de lo queer/cuir y los estudios de género. Y, ya en 2019, he tenido la gran suerte de hacer una residencia en el centro de artes vivas La Poderosa, en Barcelona, compartiendo espacio con la bailarina y artista grancanaria Celeste González. Una mujer con una trayectoria muy extendida en el ámbito del ballet, la danza clásica, la performance y el teatro (actualmente está con dos compañías de teatro). Además, ella es una mujer trans, por lo que también compartimos muchas cuestiones que nos atraviesan a ambas.

¿Cómo surgió la idea del documental Memorias Aisladas?

Memorias Aisladas surgió como un ejercicio de clase, dentro de una asignatura del Grado en Bellas Artes. Cuando ya estuvo todo realizado, la profesora Lourdes Florido y yo dijimos: “Cónchale, qué pena que este trabajo se quede en un ejercicio de clase… ¿por qué no presentarlo?” Pues se presentó en 2017 en Santa Cruz, en una sala dentro de un festival de cortos y cine LGBT. Ahí empezó un itinerario de proyecciones en Tenerife, Gran Canaria, en La Palma, luego también en Madrid, dio el salto a México, Argentina, se proyectó dos veces en Puerto Rico…

Y surgió también por una necesidad de investigar y documentar todas aquellas personas que conozco (y que conocí, porque algunas han fallecido ya) que han sufrido el peso de la represión franquista y las décadas posteriores por su orientación sexual o identidad de género, concretamente en Tenerife. Se trataba de buscar esas historias que también yo desconocía, y que certifican que la diversidad sexual y de género no es un invento que ha surgido en los últimos diez años. No hemos nacido ni hemos salido como champiñones de la tierra, sino que tenemos un pasado, tenemos una historia y una trayectoria, y es súper importante tenerla en cuenta para ir en contra de esos discursos de que somos una moda o de que estamos adoctrinadas o influidas por la posmodernidad (que también me lo han dicho). Pues no: hemos existido a lo largo de toda la historia y seguiremos existiendo.

En cierto modo, es como practicar la arqueología de la identidad…

Sí, de algún modo, sí… Antes me acordaba de los yacimientos arqueológicos que ponen en duda todos estos paradigmas representados en los libros de Historia y de Prehistoria. Me acordaba precisamente de un caso que salió en 2012 en Praga, cuando se descubrió el yacimiento del esqueleto de un “hombre” (vamos a decirlo así) que había sido enterrade en la Edad del Cobre, pero con unos objetos asociados a la feminidad de esa época y cultura, y en una postura que no se corresponde con la de cómo eran enterrados los hombres por aquel entonces. Éste, como muchísimos otros yacimientos, ponen de manifiesto que algo había ahí, algo sucedía en esa época que tenía que ver con la diversidad. Hablamos de diversidad como un concepto actual, cuando es una realidad que ha existido desde los albores de la humanidad.

 

 

Volviendo a Memorias Aisladas, ¿qué sentiste al oír por primera vez las historias de estas personas?

Me acuerdo que lo que sentía escuchando sus testimonios era: “joder, qué suerte he tenido”. Porque he pasado por situaciones violentas y más o menos conflictivas, pero nada que ver con lo que ellas pasaron. Durante la dictadura y en los años posteriores, por el simple hecho de salir a la calle ponías en riesgo tu propia libertad y tu integridad física. No solamente podías recibir palizas por parte de la vecindad, sino también de la policía, y luego acabar en calabozos o en la cárcel, gracias a la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social de 1970.

Háblanos de tu labor como investigadora y de cómo revisitas la historia cultural de canarias desde la disidencia sexual y de género.

Siempre me gusta decir que no soy historiadora ni antropóloga o socióloga. Hice Bellas Artes en su momento y tampoco quiero caer en intrusismos… Lo que sí hago, desde luego, es defender una concepción del conocimiento mucho menos compartimentado que lo que se nos ha propuesto a día de hoy. Muchas veces, la propia universidad como institución consolida una forma de entender las disciplinas de conocimiento como estancos aislados que no interactúan unos con otros.

Lo que hago, entonces, es estirar un poco el brazo y coger algunas nociones de Historia, otras de Arqueología, otras de Sociología y, luego, mezclarlo todo con lo artístico. Así, salen estos trabajos de investigación atravesados por muchas cuestiones que revisan la Historia, la de Canarias concretamente, pero también una historia más general.

Cabe recordar que la Historia es una construcción que ha sido narrada bajo los intereses de un sujeto histórico y político muy definido: el hombre blanco, europeo y de clase media alta. La Historia que conocemos es su relato, y es un relato bélico, un relato de conquista y violencia. Muchas estamos proponiendo, entonces, otras historias disidentes que desestabilicen ese relato, que lo pongan en duda. Porque, a día de hoy, la mayoría de aportes de tantísimas mujeres a lo largo de la historia, tanto en la ciencia como la Astronomía, la Medicina o la Literatura, sigue siendo invisible.

¿Qué te motiva a luego publicar fragmentos de esas investigaciones en tu página de Facebook Memorias Aisladas?

Hoy en día las redes sociales movilizan mucho conocimiento en nuestro mundo. Vivimos en una era digital en la que todes estamos con el móvil en la mano. Había un pequeño vacío en relación a esas contrahistorias de Canarias. Mucha gente me lo ha comentado: “wow, no sabía que esto había sucedido en mi isla”. Creo que la página ha conseguido poner sobre la mesa y sobre los imaginarios muchas historias que, lejos de ser recuerdos melancólicos o historias de viejas, aún tienen mucho que ver con la situación política, económica y social de este archipiélago.

¿Cómo ves el panorama actual del arte en Canarias?

Venimos de treinta años de un poder político que solamente ha incentivado el folclore en Canarias. Que me parece muy bien, pero hay muchas manifestaciones culturales y artísticas en el archipiélago más allá del tajaraste y la isa. Afortunadamente, en los últimos años también han comenzado a hacer funcionar y crecer iniciativas, espacios y colaboraciones que tienen que ver con artes más contemporáneas: artes vivas, danzas, performance, teatro… para que esto sea un poco más rico y diverso que Los Sabandeños.

Pero bueno, todavía tiene mucho que mejorar, por supuesto. Creo que además es súper importante que se creen espacios al margen de las instituciones. Los museos y centros de arte están muy bien, es importante estar en ellos y proponer otras formas de funcionar y de educar (porque también son escuelas: no te sientas en un pupitre, pero sí aprendes y recibes mucha información). Pero al final los espacios no institucionales son importantes para que haya un circuito más diverso y enriquecido.

¿Crees que la folclorización es un proceso que invisibiliza las relaciones de poder que atraviesan ciertas prácticas indígenas?

Claro, el folclore en Canarias ha sido también una maquinaria impuesta por el franquismo. Los trajes típicos canarios en todas las políticas de los nacionalismos de la dictadura franquista se instauran aquí. Además, con muy poca fidelidad a la realidad de Canarias, porque tengo entendido que el traje típico de Tenerife es una mezcla entre la falda de Valle Guerra y el corpiño de otro pueblo. Es un híbrido, un Frankestein, una construcción, un artificio de muchos elementos, y claro, lo que tú dices, invisibiliza otras manifestaciones culturales que seguramente tienen más que ver con lo aborigen y lo precolonial.

Si estuvieses en un cargo de responsabilidad en el área de cultura del Gobierno de Canarias o de un Cabildo, ¿qué medidas tomarías para mejorar la gestión de los museos o centros de arte de las islas?

El nueve de abril de 2019 se promulgó una ley, la 7/2019, de modificación de la anterior, la 1/2010, que es la Ley canaria de igualdad entre mujeres y hombres. La modificación del artículo 2 pone de manifiesto un concepto muy interesante: la «representación equilibrada», es decir, una composición paritaria entre mujeres y hombres en los órganos públicos de representación y toma de decisiones. ¿Y por qué todas estas cuestiones legislativas? Porque muchos museos y centros de arte, como instituciones públicas que son, no pueden quedarse al margen.

¿Qué sucede? Que con los museos y centros de arte en los últimos años estamos presenciando un fenómeno conocido como “exposiciones de mujeres”, en el que muchas mujeres de otras identidades disidentes hemos participado en sus programas con obras y con exposiciones colectivas e individuales. El acceso a la institución, en este caso, no es permanente sino puntual, esporádico y, además, atiende a otros intereses. Cuando acaba la exposición, se nos echa y ya no hay representación femenina.

Es importante que nos preguntemos quiénes son las personas que están dirigiendo y gestionando todos los centros de artes y museos del Estado español y, concretamente, de Canarias. La respuesta es que, mayoritariamente, son hombres. Entonces, a mí no me sirve que haya exposiciones de mujeres dentro de los museos si después los que dirigen y gestionan esos centros son hombres. Porque al final las lógicas y las maneras de gestionar toda su colección, sus fondos y la representación femenina, siempre va a estar determinada por esa visión masculina. Es importante que mujeres y otras identidades podamos acceder a esos cargos de responsabilidad dentro de los museos.