Raffaella Corrales tardó 55 años en despertar de su larga represión y vivir la vida como la mujer que era. Este jueves, fue testigo en el Congreso de la aprobación de la norma que reconoce por ley la autodeterminación de la identidad sexual
Fuente (editada): HUFFINGTON POST | Javier Escartín | 17 FEB 2023
Raffaella escucha muy atenta desde la tribuna de invitades del Congreso la intervención de Irene Montero en la sesión plenaria. «Nos dijeron que era imposible, pero nunca más un país sin las personas trans. Esta mano que nos hemos cogido va a seguir siendo una mano tendida para seguir conquistando derechos y hacer efectiva la felicidad de todas las personas LGTBIQ+ en todos los rincones de este país. La Ley Trans es ley», proclama la ministra de Igualdad momentos antes de que el Congreso apruebe por mayoría absoluta la norma que, entre otras cosas, permite la autodeterminación de género o la prohibición de las terapias de conversión.
Tras las palabras de Montero, algunas de las personas presentes en esta tribuna de invitades rompen a llorar. Raffaella, serena pero también emocionada, agita sus manos en señal de aplauso. Después, junto con la ministra, todes salen a la puerta principal de la Cámara Baja para celebrar la entrada en vigor de una ley que, por momentos, peligró ante las fricciones surgidas entre los socios de Gobierno. «Es un día histórico. Se acabó el calvario», aseguran sus protagonistas.
Raffaella necesitó 55 años para «empujar la puerta» del armario. «Yo soy una mujer trans, feminista rural y proletaria», detalla ahora en su descripción de Twitter. Vecina de Tórtola de Henares, un pequeño pueblo de mil habitantes en la provincia de Guadalajara, Raffaella tardó demasiado tiempo en soltarse del lastre que le impedía vivir tal como era. Tuvo que sufrir la pérdida de un sobrino de sólo veinte años a causa del cáncer para despertar de su larga represión. «Si él me dijo que había sido un afortunado por vivir esos veinte años, ¿cómo no iba a ser yo capaz de morirme siendo quien soy?», rememora en una popular cafetería del barrio de Malasaña, en Madrid, donde se ha dado cita con El HuffPost.
La mujer luce en sus uñas los colores de la bandera trans. «Como Sorogoyen en los Goya», ríe. Y así, feliz ante la aprobación de esa Ley Trans que tanta lucha ha necesitado, comienza a contar un viaje vital que guarda paralelismos con la mítica frase que Antonia San Juan recita en la película «Todo sobre mi madre» (Pedro Almodóvar, 1999): «Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma».
Raffaella soñó mucho tiempo con ser ella misma, pero la propia vida se lo impidió. «Yo soy mujer desde el primer minuto que nazco e intenté en varias ocasiones transicionar, pero no era fácil. Por entonces, la vida trans iba encaminada hacia la prostitución y mi vivencia en una provincia pequeña me complicaba la vida. Además, estábamos en una época en la que hubo una plaga de drogas y locuras. Me acabé casando con una mujer, tuvimos una hija… y esto me sujetó un tiempo. Hasta que me separé», cuenta.
A día de hoy, mantiene una excelente relación con su hija y ha ‘normalizado’ su vida en el pueblo como trans. «Yo hice la transición en 2018. Mis opciones vitales entonces fueron desplazarme a Madrid o vivir ese cambio junto a mi gente. Creí que sería más doloroso quedarme, pero también entendí que en un lugar tan pequeño si alguien me agredía, el agresor es también visible. Así que es una garantía para que esa situación no se produzca», explica.
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Mofas e insultos transfóbicos en las redes sociales
Justo en aquella época, Raffaella también decide embarcarse en el mundo de la política y, por cosas del azar, se acaba convirtiendo en concejala de su municipio bajo la marca de Unidas Podemos. El pasado otoño, da un paso más y se presenta a las primarias para ser candidata a la alcaldía de Guadalajara. «Pero una persona del círculo denunció que había una anomalía al no llevar inscrita el tiempo suficiente. Como no cumplía con la norma, me bajé de las primarias y me presenté como candidata a las Cortes de Castilla – La Mancha. Iba como número dos, pero la confluencia con otros partidos me ha hecho bajar al cuarto o quinto puesto en la lista electoral», dice con cierto lamento.
Sin embargo, su aparición en las quinielas de Podemos provocó que su imagen comenzara a propagarse por diferentes medios de comunicación. Y eso dio pie a una espeluznante barra libre de comentarios ofensivos y transfóbicos en internet. «Yo juraría que Raffaella es clavadita a mi amigo Manolón», «Ese tiene de mujer lo que yo de astronauta» o «Es un hombre con peluca» son algunas de las reacciones que su candidatura suscitó en redes sociales y foros. Incluso, un medio ultraconservador hizo una noticia dudando de su género al presentarla como «candidata», comillas incluidas.
«Yo sabía que esto en redes sociales iba a provocar algo de alteración, pero no tanto como al final fue. Twitter es una máquina de fabricar odio y sufrí bastante. A mis compañeres de partido les dije que presentarme era una bomba y que me iba a tener que vestir con la armadura del Cid para hacer frente a estos ataques. Aunque eso no sea el vestuario más femenino», ironiza.
Raffaella gozó del «apoyo del partido» a nivel nacional ante dichos ataques, pero no tanto en la esfera provincial. «Para algunes de mis compañeres sigo siendo un debate. Hay personas del partido que me citaron en un tuit diciendo que no se podía oprimir a las personas por su diversidad, pero que mi candidatura generaba un debate. Este ‘pero’ hace que cualquier opinión deja de ser inclusiva y se convierte en transfóbica», advierte.
«Carmen Calvo no es feminista»
Pese a todo, Raffaella no ha dejado de luchar por sus ideas y por hacer real la ansiada Ley Trans que PSOE y Podemos prometieron al inicio de la legislatura. Cuando las negociaciones encallaron y la norma entró en zona de peligro, la mujer no tuvo reparos en iniciar una huelga de hambre para hacer visible el sufrimiento que, a día de hoy, aún padece su colectivo. «La ley trans no provoca suicidios, como dice Díaz Ayuso. Lo que sí lleva al suicidio es poner cortapisas a las vidas trans. Ser trans es lo más fácil del mundo, porque es ser tú mismo. Pero vivir, es otra cosa», razona.
Además de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Raffaella también tiene duras palabras para la socialista Carmen Calvo, que se abstuvo en la votación de la norma en el Congreso y ha sido una de las voces más destacadas en contra. «Ella no es feminista. Una persona transexcluyente no puede ser feminista. Que se entere que nosotras no venimos a ocupar el espacio de nadie. Ocupo el mío. Y dicen que por el hecho de ser trans soy un violador y que no soy biológicamente una mujer. Yo soy biología: tengo músculo, tengo corazón… y tengo pene, claro que tengo pene. Pero no todo está construido desde la genitalidad. El mundo no es binario, aunque nos lo vendan como tal», razona.
Raffaella considera que las dudas surgidas en torno a esta ley nacen por la «manipulación de la prensa» y por la falta de conocimiento sobre su realidad. «Nosotras no somos un lobby. Yo he estado cincuenta años en el armario, pero hay muchas que no han podido ni abrir la puerta. ¿Pero sabes qué? En España ya hay cuatro menores de doce años que tienen su cambio registrado. Y eses menores van a acceder a la adolescencia sin ningún problema legal, acompañades de sus familias y sin los lastres que cargamos nosotras en su momento. Yo busco les referentes en eses menores y en esas familias», explica.
Precisamente, la ley propulsada por el Ministerio de Igualdad permite a menores de edad establecer su sexo registral, aunque entre los 12 y 14 años con autorización judicial previa y entre los 14 y 16 con consentimiento de sus representantes legales. Y pese a que la Ley Trans deja a «muches compañeres fuera», como a les no binaries, Raffaella da las gracias a Irene Montero por el gran paso que ha dado en favor de los derechos de su colectivo.
«Es una mujer que se merece un monumento porque yo también sé lo que es soportar la violencia política. Yo le he preguntado a gente de su entorno como Isa Serra cómo podían soportar día tras día tanto odio y presión. Y su respuesta fue echarse a llorar. Pero tenemos que conseguir que la vida sea más fácil para todas y dar la lucha para que nadie sufra lo que yo he pasado», dice con ímpetu combativo. Y es que poca gente como ella sabe el castigo que supone no poder vivir como una siempre ha soñado: «Yo no supe durante cincuenta años lo que era un armario hasta que me sentí liberada».