Señoras feministas con criterio y sentido común, que no os confundan: pisar los derechos de otras personas no preserva los derechos propios, los convierte en privilegios
Fuente (editada): elDiario.es | Juan Fuertes | 8 de febrero de 2021
La mayor parte de las feministas se llevarán las manos a la cabeza con este título. ¿Cómo que feminismo con apellido? El feminismo es feminismo y basta. Son muchas las que se encuentran entre esas mismas feministas que dicen que las posiciones del PSOE y de Carmen Calvo están plenamente justificadas porque ellas son feministas y hacen acto de fe en que su partido está a la cabeza del progreso en libertades individuales, progreso social y cambio legislativo.
Las feministas selectivas consideran que legislar un derecho tan importante como es el de la identidad sexual, tal como lo plantea el Ministerio de Igualdad, va contra los derechos de las mujeres. ¿Alguien puede explicar cómo los derechos de un ser humano a que su identidad de género sea reconocida a nivel jurídico vulnera los derechos de alguien?
He leído los comentarios más peregrinos tanto de las feministas selectivas como de las feministas de partido. El último y más sonado es el de Carmen Calvo: «Me preocupa fundamentalmente la idea de pensar que se elige el género sin más que la mera voluntad o el deseo». ¡Viva la injerencia del Estado en la vida privada de las personas! Parece ser que el Estado debe mantener una tutela en las decisiones personales que afectan de forma profunda la vida de una persona.
A mí me parece que casarse o divorciarse, por dar un ejemplo, son decisiones de una trascendencia enorme que pueden causar la felicidad o la desgracia de una persona a lo largo de su vida adulta durante muchos años o incluso de forma permanente. En el caso de las personas trans, la posición de Calvo es que hay que mantener la exigencia de pasar por una supervisión psicológica. Siguiendo esa lógica, habría que pasar el mismo requisito para cualquier decisión que se da a lo largo de la vida que tenga una trascendencia similar.
A muchas personas les haría gracia y hasta les daría satisfacción que la juventud que quiere confirmarse en el catolicismo pase por un examen para determinar su estabilidad mental y emocional. No olvidemos que creen en cosas tan peregrinas como el nacimiento de dios de una virgen y que ese hijo no solo es dios, también es otra persona distinta que es Cristo; pero la cosa no queda ahí, también es una persona que se llama espíritu santo. Esa juventud va a comprometerse a creer firmemente que va a resucitar, y declarará oficialmente estar convencida de comer carne y beber sangre humanas, puesto que es la carne y la sangre de Cristo, cada vez que comulgan. Pues estas personas no tienen que ser evaluadas como enfermas potenciales con un trastorno de la personalidad y así debe seguir siendo, porque es un derecho fundamental el adoptar y practicar la religión que su voluntad y su deseo les marca.
Para dar un ejemplo con el que muchas persona se sentirán más identificadas, la derecha quiere que quienes van a abortar sean sometides a una ecografía en la que tienen que ver el feto «al que van a matar». Abortar, cambiar el sexo legal y otras muchas decisiones de enorme trascendencia son competencia de la persona y no deben ser tuteladas por el Estado. Por supuesto que siempre habrá alguien que tome una decisión así a la ligera, igual que hay conductores que van a 150km/h y escriben mensajes en el móvil o mujeres que denuncian ser víctimas de violencia machista sin haberla sufrido. No hay que quitar un derecho a la totalidad por el mal uso que hacen las excepciones.
Otra memez o mamarrachada (si estos calificativos ofenden a alguien, que los cambie por la palabra «sinsentido») que he visto repetida varias veces es que las mujeres trans tendrán ventaja frente a otras mujeres cuando concurran a pruebas físicas para acceder a puestos de trabajo como el de policía. Ahí es cuando empiezan a sacar chorradas (sinsentidos) como lo de las manzanas y las peras de la señora Botella o la animalada (sinsentido) de la afirmación del autobús de Hazte Oír. No parecen tener la capacidad de pensar que se adaptarán las pruebas físicas de este tipo (las de deportistas de competición, por poner otro ejemplo) para acoger la diversidad. Se preguntarán que para qué van a cambiar la evaluación de pruebas físicas si es mucho más simple pisotear la posibilidad de las personas trans de finalmente tener un derecho ligado a su identidad sexual sin tener que pasar por una terapia hormonal que debería ser selectiva y no impuesta. Se diría que a esas feministas se les antoja inaceptable que una mujer sea mujer pero no se lo parezca.
La cosa no queda ahí, y es que ¡una mujer trans no puede beneficiarse de los derechos que la lucha feminista ha conseguido con tanto esfuerzo! En fin, el pene define quién eres según argumentan estas señoras. No contentas con ello, puestas a negar derechos, les importa un bledo que los hombres trans que están dispuestos a renunciar a esas ventajas que les da su cuerpo de mujer tengan que ver también que su derecho a la identidad legal que corresponde a su identidad sexual les sea negado a no ser que se sometan a tratamientos y terapias; como si su cuerpo, tal cual es, fuera una enfermedad. Así es que hay que consultar con los movimientos feministas para decidir los derechos no solo de las mujeres sino también de los hombres (y de las personas no binarias). Porque «los niños tienen pene, las niñas tienen vulva; que no te engañen».
Una mujer trans que quiera declararse mujer feminista tendrá que acudir a la ventanilla de «solicitudes para rechazar» en el mundo del feminismo selectivo, porque no son mujeres hasta que sus estrógenos demuestren lo contrario.
Los argumentos de la secretaria de igualdad del PSOE sitúan a Carmen Calvo codo con codo con eminentes políticas como Botella y Monasterio que verán con gozo y satisfacción cómo se descalabra la propuesta de ley que la «loca desatada» esa del ministerio de Igualdad ha puesto sobre la mesa. Lo que a mí me parece que hay detrás es que, si hay una ley trans, que sea del PSOE, no de Unidas Podemos, hasta ahí podríamos llegar ¡Ay, las feministas de partido y sus lodazales de peras y manzanas o de penes y vulvas!
Señoras feministas con criterio y sentido común, que no os confundan: pisar los derechos de otras personas no preserva los derechos propios, los convierte en privilegios.