Autora: Natalia Aventín Ballarín

Un año más, el 17 de mayo día contra la LGTBIQfobia, ponemos de manifiesto que queda mucho por hacer. Ha sido un año complicado, en el que la sombra de la extrema derecha se ha extendido de forma amenazante sobre los logros conseguidos, en el que los falsos feminismos han arremetido contra las personas trans sin disimular, ni ocultarse, año de legislaciones fallidas, propuestas excluyentes y esperanzas rotas.

Un día como hoy se pone el foco en las personas del colectivo, pero la LGTBIQfobia está justo enfrente. A veces se presenta con su cara más fea y violenta, más a menudo con cara amable, de quienes parece que la ignorancia les disculpa de cualquier agresión. También de aquellas personas que se acercaron como aliadas y cuanto la balanza les pone la oportunidad delante, te desechan como efecto colateral.

Y es que parece que ese “justo enfrente” no tuviera responsabilidad sobre el tema, como si fuera nuestra la responsabilidad de transformar el mundo, de romper las resistencias y hacerlo con una sonrisa, porque cualquier tipo de respuesta alterada, de ademán de hartazgo o de “vete a la mierda” se interpreta como una patología, algo esperable en personas como estas, que se atreven a desafiar al cisheteropatriarcado sin vergüenza.

La falta de conciencia de los privilegios, de quienes tienen el mundo a su medida, les anima a minimizar el sufrimiento de quienes lo tiene en contra, banalizando sobre la importancia de que la identidad propia sea respetada o que el amor que sientes, o te ofrecen, tenga que ser ocultado. Vidas que no son esperadas y que tienen que justificarse día tras día. La condescendencia de quienes desde el pedestal te miran como a un perro callejero al que le regalan una caricia. Que te explican que en este país te dejan vivir, que está bien, como sí saber que, en otros lugares las condiciones sean peores, sea suficiente justificante para que no te moleste la opresión.

Desde nuestra asociación muchas de las familias hemos cruzado la frontera por amor, por justicia, porque una vez que abres los ojos no puedes cerrarlos. Hemos rascado la corteza de los prejuicios que nos fueron grabados, nos hemos mirado por dentro, nos hemos renovado y por eso podemos decirte a ti, que nos miras desde “justo enfrente” que está en tus manos, que puedes hacerlo, pero no vale con querer, hay que revisarse, leer, cuestionarse, ponerse en sus zapatos y en su piel, atreverse a mirar.