El pasado sábado Euforia Familias Trans Aliadas se concentraba de forma multitudinaria, en la madrileña Puerta del Sol, junto al resto de entidades que componen la Confluencia Trans y a un número importante de personas aliadas.

La Confluencia se constituyó en septiembre de 2019 como conglomerado de entidades cuyo fin es llevar adelante el proyecto de Ley Trans Estatal elaborado con el consenso de todas las entidades.

El activismo trans ha tenido históricamente muchas dificultades para coordinarse, el nivel de opresión y violencia que reciben las personas trans ha hecho que sus protagonistas tuvieran que invertir toda la energía en defenderse y sobrevivir.

Si buscamos en todo el entramado asociativo del país podemos observar cómo, curiosamente, es el colectivo trans el que tiene mayor número de organizaciones específicas, al igual que sus familias, que se han visto obligadas a organizarse en torno a su realidad. No se observa un fenómeno parecido en ninguna de las letras que hacen referencia a la orientación y que forman parte de la comunidad LGTBI. La T es una gran desconocida del colectivo, en ocasiones esto se traduce en transfobia y cisexismo en espacios que, a priori, se supondrían seguros. Las personas que trabajamos en Euforia llevamos años colaborando con entidades LGTBI que, cuando tienen que asesorar o acompañar a una persona trans, nos piden información o directamente las derivan a nuestra entidad. No se entienda esto como un reproche sino como una descripción de la situación que vivimos y una argumentación a nuestra petición de querer que se nos escuche como sujetos políticos que defienden una legislación que les reconozca y proteja.

Nuestra apuesta por una ley trans estatal que reconozca derechos está sobradamente justificada. El amplio desconocimiento que hay sobre las identidades trans hace que aún haya mucha población que las integre en una categoría de orientación o expresión de género, por eso necesita de un texto exclusivo que no pueda llevar a malas interpretaciones. Por otro lado, las violencias que sufren las personas trans son violencias específicas y sistémicas, por ello necesitan ser abordadas como tal. Haciendo un paralelismo podríamos decir que, igual que se hizo una Ley de Violencia de Género como respuesta a la grave situación de las mujeres en sus relaciones de pareja heterosexuales, por el impacto del machismo y la violencia en las mismas, las personas trans necesitan una ley que las reconozca y proteja específicamente.

Nos encontramos en un momento donde la violencia ya no llega solo del integrismo religioso y la extrema derecha, sino que lo hace desde otros espacios de poder donde no se permitiría cuestionar ni debatir públicamente sobre la legitimidad de otras poblaciones incluso más oprimidas, pero cuyo cuestionamiento público es políticamente incorrecto, como pueden ser la población negra o la gitana, pero que no dudan en arremeter con toda la virulencia posible contra la población trans, a pesar de que las resoluciones de Derechos Humanos de la ONU, los informes de la Comisión Europea de Derechos Humanos, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos o incluso nuestro Tribunal Supremo desautorice sus argumentos.

Por todo esto nos juntamos a gritar este sábado pasado, por la impotencia, por la rabia, pero también por la determinación de que las personas trans no vuelvan al ostracismo que las oculta como parte vergonzante o aberrante de la sociedad. Porque las familias hemos peleado cada pequeño avance, lo hemos arrancado a bocados de unas instituciones a las que resultamos incómodas, con tesón, exponiendo nuestras vidas y nuestra intimidad como forma de posibilitar las vivencias no esperadas de nuestres hijes. Porque las personas trans adultas se han dejado la piel e incluso la vida en la lucha por su dignidad.

Hoy estamos organizadas, nuestro objetivo es que nuestro Proyecto de Ley se tramite, librarnos de esta opresión mortífera y que nuestras familias puedan por fin respirar.